Por Bruno Rubilar, presidente Aproval Leche A.G.
Para mercados pequeños como el nuestro, la volatilidad y la interdependencia inherentes al mercado lácteo, son aún más complejos. Lo vimos en 2017-2018 cuando el clima, las importaciones, y un frustrado modelo de negocio de un actor importante, pusieron en jaque a la producción primaria de leche.
El 2019 arrancó con una mejora en el contexto lácteo internacional, pero, además, Prolesur que en 2018 perdió casi el 20% de su leche, comenzó una agresiva campaña para recuperar proveedores.
Los resultados fueron modestos, ya que a medida que mejoraba su oferta de compra, la competencia ajustaba sus precios para blindar a sus proveedores. En 2019 el precio promedio de la leche pagado a productor subió 7% respecto de 2018, pero Prolesur cerró casi un 30% abajo de su recepción en 2017.
Y cuando todo auguraba un 2020 estable para el mercado lácteo, vino el covid-19 y la contracción de la demanda china.
Luego apareció el desplome del petróleo, lo que sumó incertidumbre en la demanda de los exportadores del crudo y, como si fuera poco, la explosiva propagación global del virus.
El resultado: productores en EE.UU. botando la leche porque la demanda interna se contrajo a niveles nunca vistos. En Europa el escenario no es más alentador y en ambos casos se presiona al Estado para intervenir con para que eviten el colapso de sus lecherías.
Mientras a nivel internacional el precio de commodities como la Leche en Polvo Entera han retrocedido 14% en lo que va corrido del año, en Chile los primeros dos meses del 2020 registraron un precio a productor de $263/litro (14% por sobre el precio de 2019), dejando atrás un periodo de 'vacas flacas' que ha permitido enfrentar de mejor manera el actual escenario y garantizar el adecuado abastecimiento de un alimento esencial como es la leche y su gama de derivados.
