Hace algunas semanas, las declaraciones de un alto ejecutivo de una compañía láctea de capitales suizos ya nos obligó a precisar en este mismo espacio que el incremento en los precios de los lácteos a consumidor nada tenía que ver con el precio de la materia prima (el precio de la leche pagado a productor ha caído cerca de un 20% este año).
Con este antecedente sobre la mesa, en los últimos días conocimos a través de la información oficial de la Superintendencia de Valores y Seguros que otra empresa láctea, también de capitales extranjeros pero de origen neozelandés, reportó un incremento de sus ganancias entre enero y septiembre de 71% en comparación con el mismo periodo de 2014.
En medio de este escenario, los consumidores siguen retirando de las góndolas productos lácteos a precios que quedaron “pegados” desde el periodo de precios récord en el mercado internacional registrados en la temporada 2013/2014. El mismo fenómeno ocurrió en al anterior ciclo de bonanza internacional en 2006/2007, cuando los precios al consumidor experimentaron fuertes aumentos, siguiendo la tendencia internacional, pero cuando ésta se desplomó, las empresas elaboradoras traspasaron esa tendencia a sus proveedores de la materia prima, pero no ocurrió lo mismo con los precios al consumidor.
Para ir ilustrando al consumidor, es importante precisar el rol marginal que le cabe a los productores de leche en la evolución de los precios finales de los productos elaborados.
Para muestra, un botón: de la caja de leche de un litro que hoy se compra a $800, el productor de la materia prima sólo recibe aproximadamente un 27%, participación que representa una de peores relaciones a nivel internacional en mercados productores de lácteos.
Permanentemente somos requeridos por los medios de comunicación respecto de esta curiosidades del mercado, por lo que creemos necesario insistir en precisar estos antecedentes para que los consumidores y sus respectivas organizaciones canalicen sus legítimas aprensiones hacia actores como las empresas elaboradoras y los canales de distribución (fundamentalmente supermercados) que efectivamente podrían explicarles – si es que existen razones técnicas - cómo es que se producen fenómenos como éste donde el sentido común y el “olfato” de la gente indica que algo no funciona bien.
